
Si no existieran estos gases, el
planeta sería cerca de 30 grados centígrados más frío de lo que es
ahora. En esas condiciones probablemente la vida nunca hubiera podido
desarrollarse. Por lo tanto, es una suerte que nuestro planeta tenga la
cantidad apropiada de gases invernadero.
Sin
embargo, desde la revolución agrícola del Neolítico, es decir, desde
que el hombre se hizo sedentario y comenzó a utilizar la agricultura
como medio de abastecimiento, el aumento de la concentración de los
gases invernadero provenientes de diversas actividades humanas a
provocado la intensificación de este fenómeno y ha sido a partir de la Revolución Industrial cuando
este aumento se ha incrementado notablemente. Especialmente se ha
producido por combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) para
obtener energía. La destrucción de bosques tropicales por el método de
cortar y quemar también ha sido un factor relevante en este ciclo.
Como
consecuencia de este aumento la temperatura global del planeta ha
subido en los últimos100 años entre 0,4 y 0,8 grados centígrados en su
temperatura media sufriendo un fuerte aumento a finales de los años 80, y
se estima que en los próximos aumentará de 2 a 6 grados centígrados.
La Revolución Industrial
Los cambios climáticos de la Tierra (como la Edad del Hielo), han sido
procesos naturales y paulatinos. Sin embargo, en el siglo XVIII la
historia comenzó a cambiar. El hombre, que ya poblaba casi todos los
lugares del planeta, necesitaba cada vez más alimentos, ropas, muebles,
casas, caminos… Se mantenían enormes ganados y se cultivaban grandes
extensiones de terreno. Y para aumentar la producción de todo tipo de
bienes, inventó la industria. Cada año, nuevas máquinas empezaron a
facilitar el trabajo del hombre.
Pero todas estas máquinas necesitaban energía para funcionar.
Para obtener esta energía, comenzaron a usarse los combustibles
fósiles: carbón, petróleo y gas natural. Las locomotoras funcionaban con
carbón, el alumbrado de muchas ciudades se obtenía con gas o con
lámparas a petróleo.
Este siglo fue llamado de
la “Revolución Industrial”, y muchos pensaron que sólo traería
beneficios para los seres humanos. El problema fue que; al quemar los
combustibles fósiles, se produjeron grandes cantidades de gases
invisibles que se expandieron por la atmósfera. Las enormes
plantaciones, la mantención de animales y las talas de bosques también
producían gases invernadero como el CO2, el N2O, los CFCs, etc.
Desde la Revolución Industrial, y debido a las demandas cada vez
mayores de energía y alimentos que necesitaba el hombre, cada año se
incorporaban más y más gases de invernadero a la atmósfera. Desde el
siglo XVIII la cantidad de éstos gases se ha duplicado y nuestra
atmósfera se está volviendo más densa.
Esto ya
no es un proceso natural, sino un cambio climático provocado por el ser
humano, y seremos nosotros los que suframos directamente las
consecuencias.
Los gases invernadero
Los
gases invernaderos son los responsables del efecto que estamos
tratando. Algunos de estos gases son producidos de manera natural por la
biosfera terrestre, mientras que otros son producto de actividades
humanas.
La naturaleza produce vapor de agua, CO2, N2O y O3
para regular la temperatura de la atmósfera, pero el hombre ha añadido
otro tipo de gases o a modificado el nivel de los anteriores:

Dióxido de Carbono, CO2: Es producido cuando los residuos sólidos, los combustibles fósiles, la madera, etc., son quemados con el fin de obtener energía o calor. En realidad, siempre que se realice una combustión por limpia que sea, emite como mínimo CO2 y vapor de agua. Además, la quema de la selva tropical con el fin de ganar terreno con la agricultura contribuye doblemente a este efecto, ya que se libera este gas y además destruimos la posibilidad de que en CO2 pueda ser absorbido por la vegetación. Los países desarrollados son los que más CO2 producen (Por ejemplo, EE.UU produce 1.224 millones de toneladas, mientras que Brasil produce 50,2 millones de toneladas). Este gas es el principal culpable del efecto. En la siguiente gráfica se relaciona el aumento de temperatura que sufrirá el planeta hasta el año 2100, calculándose dos posibilidades: manteniéndose constante la emisión actual de CO2 (A) o siguiendo el incremento actual de emisiones (B)

Metano, CH4: Sus
efectos en la atmósfera son ya significativos. Este gas se produce
durante los procesos de transporte de combustibles fósiles y en la
descomposición de los componentes orgánicos que ocurre en los depósitos
municipales de basura y en la descomposición de los excrementos de los
animales herbívoros estabulados. Además, también se escapa en las minas
de carbón.
Óxido de Nitrógeno, N2O: Este
gas es producido durante las actividades agrícolas e industriales,
además de ser emitido en grandes cantidades por fertilizantes, en la
producción de plásticos y de tejidos como el nailon. También es emitido
en la quema de combustibles fósiles.
Clourofluorocarbonos, CFCs: Aumenta el efecto invernadero porque tiene la propiedad de absorber la radiación
infrarroja y de reaccionar con en O3 estratosférico, convirtiéndolo en
oxígeno y reduciendo la capa de ozono. Son líquidos estables e
ininflamables, que además tienen una capacidad de supervivencia en la
atmósfera de 50 a 100 años. Se producen en procesos industriales y son
utilizados como espumantes y gases de refrigeración y de aire
acondicionado. Existen también sus variantes, como los
hidroflourocarbonos, perflourocarbonos y sulfatos de hexafluor.
Ozono de superficie: Es un gas contaminante producido cuando la luz del Sol choca con la polución producida por la industria y los vehículos. Contribuye al efecto invernadero,
a la niebla fotoquímica y a la formación de humo. El ozono estancado en
la superficie no se eleva y por tanto, no alcanza la capa de ozono.
¿QUÉ CONSECUENCIAS TIENE EL EFECTO INEVRNADERO?
La principal consecuencia que desencadena este efecto es el calentamiento global. Este hecho desencadenaría una lista importante de consecuencias derivadas, además de que favorecería al efecto invernadero,
ya que si se produjera, los gases invernadero disueltos en las aguas de
los océanos tendrían menos solubilidad y serían emitidos a la
atmósfera.
La temperatura de la
atmósfera tendría un aumento de 2 a 6ºC en un periodo de cien años. Este
aumento parece pequeño, pero no lo es, ya que una variación superior a
2ºC nunca se ha registrado en nuestra civilización.
Un pequeño cambio de temperatura supondría un planeta totalmente
distinto al que hoy conocemos; por ejemplo, en la última era glacial,
hace unos 18 mil años, la temperatura de la Tierra era sólo 5ºC inferior
a la actual; y más recientemente, las temperaturas comprendidas entre
1550 y 1850 (periodo conocido como la “pequeña era del hielo”) eran sólo
cuatro décimas inferior a la temperatura de hoy en día.
El aumento de temperatura desencadenaría, entre otros, estos hechos:
- La temperatura aumentaría en los polos, por tanto, habría menos contraste entre las temperaturas polares y las ecuatoriales, lo cual afectaría a la circulación global de masa de aire.
- Los ciclones, huracanes y tormentas tropicales serían más frecuentes y violentos, con lo que la población de las regiones intertropicales se vería seriamente afectada: perderían sus cosechas, sus casas, etc. Además, nosotros también nos veríamos afectados, ya que muchas de las industrias de las que dependemos serían afectadas.
- Ecosistemas como los bosques húmedos sufrirían también las consecuencias, con lo que se perderían muchas especias animales y vegetales
- Las sequías en las zonas entre los trópicos y los círculos polares sufrirían sequías más duras. Esto desencadenaría principalmente las siguientes consecuencias:
- Aumento de zonas desérticas
- Erosión de tierras cultivables, lo cual supondría un duro golpe a la agricultura en muchas partes del mundo, lo que afectaría directamente a la población y aumentarían la hambruna, las plagas favorecidas por el calor, las nuevas enfermedades, etc.
- Más incendios forestales
- Se secarían muchos ríos, lo cual quiere decir que tendríamos menos fuentes de obtención de agua corriente.
- Haría demasiado calor, y tanto los animales como nosotros mismos posiblemente no lo soportaríamos.
Otra gran consecuencia sería el deshielo de los polos, que tendrá las siguientes consecuencias:
- Habría menos cubierta de nieve y menos extensión y duración en las capas de hielo en lagos y ríos.
- Las zonas costeras y sus actividades dependientes del mar se verían afectadas
- Ecosistemas tan ricos como la Tundra de Siberia o de Canadá sufrirían las consecuencias, y perderíamos la gran biodiversidad de estas zonas.
Si
se deshielan los polos, la profundidad de los mares aumentaría y
ascendería el nivel del mar. Este ascenso sería, sin duda, catastrófico:
- Se estima que el nivel del mar subiría entre 10 cm y 2m, con lo cual, las regiones ribereñas, costeras e insulares, además de muchas islas, quedarían inundadas:
- En Bangladesh (India), con sólo un aumento de 60 cm, las tierras fértiles de las cuales dependen miles de personas quedarían inundadas. Con un aumento de 1m, 2000 km2 de tierra quedarían bajo las aguas. Bangladesh es una ciudad superpoblada y muy pobre, y no podrían superar estos hechos.
- En los EE.UU, muchas de las tierras del medio oeste quedarían inundadas, y sus cosechas se verían reducidas en una tercera parte.
- Las Islas Maldivas y sus atolones coralinos desaparecerían bajo el océano si el mar crece sólo 3m.
- En las Islas Galápago podrían inundarse fácilmente las costas de cría de especies tan exóticas como las tortugas galápago, las iguanas y los leones marinos. Una pérdida de biodiversidad irrecuperable.
Posiblemente,
el ascenso del nivel del mar podría no ser un gran problema en países
desarrollados como Reino Unido, que ya tiene barreras contra las
inundaciones, pero estas medidas son excesivamente caras y muchos de los
países subdesarrollados no podrían permitírselas.
Los expertos también han calculado las consecuencias que podría sufrir España:
“Parece bastante probable un aumento de las temperaturas igual o ligeramente superior a la media mundial, una ligera disminución de las precipitaciones
en los dos tercios meridionales de la Península y un más apreciable
descenso de la disponibilidad de agua, debido a la menor precipitación y
a su mayor evaporación. También es de esperar un aumento progresivo de la intensidad y frecuencia de los fenómenos climáticos extremos, como son las sequías y las lluvias torrenciales (...)”
Parece obvio que hay que poner medidas contra las consecuencias del
efecto invernadero, pero hay que hacerlo de inmediato y no esperar a que
las consecuencias tengan lugar.
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